Por Alfredo Alamo / Tomado de Lecturalia
Si bien las condiciones para hablar de historias de misterio y detectives ya existían a principios del siglo XIX, todavía era un género que estaba por definir como tal. Existían ya algunos cuentos en los que se podía adivinar los grandes rasgos de este tipo de literatura, pero no fue hasta la segunda mitad de dicho siglo que surgieron auténticas novelas, consideradas hoy en día como pioneras. Si bien Edgar Allan Poe abrió el camino con sus relatos y Wilkie Collins lo potenció, lo cierto es que otros dieron los primeros pasos en la novela.
Varios expertos se han puesto de acuerdo en proponer a El misterio de Notting Hill como la primera novela en poder ser considerada como detectivesca, con plena intención de ser así y con las líneas generales que luego se repetirían en cientos de novelas. En ella tenemos una muerte investigada por un detective de seguros, que acaba formando parte de una trama todavía más compleja. Su autor, Charles Felix -seudónimo del editor Charles Warren Adams-, comenzó la publicación de esta novela en 1862, en forma de serial, presentando un volumen completo en 1865.
Hay que decir que, pese a esta primera aparición, la influencia de El misterio de Notting Hill fue anecdótica dentro de la novela de detectives. Los relatos de Poe eran anteriores y su personaje, Dupin, resulta más reconocible en obras posteriores. Quizá haya que destacar también en esta terna de pioneros a un autor francés poco conocido, Èmile Gaboriau.
Trabajando de manera paralela a los ingleses, Gaboriau creó uno de los personajes más memorables de la ficción detectivesca del siglo XIX, Monsieur Lecoq, un joven policía lleno de recursos que el autor francés basó en una figura histórica de gran calado: Vidocq, el ladrón, espía y policía más famoso de París. Uno de sus rasgos característicos era la aplicación de la lógica y la extrema atención al detalle. Se considera a Lecoq como uno de los personajes en los que Conan Doyle se fijó a la hora de crear a Sherlock Holmes.
No podemos dejar de lado tampoco a una mujer, Mary Elizabeth Braddon, quien se adelantó a casi todos los anteriores al publicar en 1860 The Trail of the Serpent, novela que, si bien no cumplía con todos los rasgos de una novela de detectives, estaba a caballo entre el melodrama gótico y este tipo de nueva ficción, convirtiéndose también en una pionera del misterio.
(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.
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